Ciudad(es) – Todo permanece

ENCABEZADO2

Cada día son muchas las personas que palpan la soledad de las calles en la madrugada, una soledad habitada, una que no calla. Más allá de los puestos de comidas trasnochados, las esculturas de venta corporal y los malhechores avispados; todo en esta ciudad es habitado por una sensación solitaria.

Creemos reafirmar nuestro compromiso con la causa justa del oficio y el estudio como una obligación que nos permite caminar por las calles iluminadas tenuemente, pero sabemos que más allá encontramos personajes con las sombras extendidas, los ojos deshechos y la piel convertida en polvo. En la madrugada, la ciudad duerme y se fusiona con otros territorios sombríos.

Hoy es una nueva madrugada que recorre surcos inciertos de la piel que no termina de acostumbrarse a la humedad egoísta de las horas que preceden a la lenta aurora. El sonido es amplificado dentro de la resonancia propia del temor a lo que se esconde en la sombra, en lo que visiblemente parece brillar bajo la luz naranja del poste.

Ahí alguien dejó su nación, la libertad de su gente y la bandera de un bastión que perdió su territorio. En ese cartón que miro sólo queda la silueta de hormigas de algo que alguna vez fue una autonomía que rebasaba los límites políticos, económicos y sociales. Al despojo poco le importan los límites; a la noche, mucho menos.

Y por más que me haya acostumbrado a caminar largas distancias antes que el sol vuelva a salir, mi ciudad reside lejos de aquí. Estas calles ya no son conocidas ni pertenezco a su asfalto. Nunca había vivido entre tanto egoísmo y tanta sangre derramada. Es tenebroso oler el error que se encuentra entre las murallas mentales.

Muchos acuden a un rosario de razones, por demás erradas, de supervivencia. Yo recurro a la fábula de entes que nos acompañan dentro de la oscuridad iluminada fugazmente por los autos que se dirigen hacia ninguna parte. La luz, como toda virtud de salvación tiende a ser egoísta en sus designios. En ella no cabe tanta verdad.

Pero llegará el sol y todos permaneceremos. Es inevitable.

Llegará la noche de nuevo y volveremos a pertenecernos en esa comunión de la voz y la palabra. Ella es la única con rango de permanencia. Nosotros: sólo algo que apareció en torno a la luz.