En honor al Dr. Paúl Moreno. Un héroe de bata blanca
Desde hace años en Venezuela impera una incertidumbre: no saber si volverás a casa. Esa parece ser el primer y último pensamiento de cada venezolano al levantarse o acostarse tras el monótono día del reprimido, quizá por el miedo o por la irresolución de esta suerte que el destino tiene echada sobre el país.
Son muchos los que se desligan de ese temor crónico que ha venido creciendo con el pasar de los años, acentuado con el crecimiento de ese brazo paramilitar que el gobierno fue alimentando y atrayendo hacia ellos como el mejor escudo que un tirano pueda tener. Y es concebible el miedo, lo es desde cualquier punto de vista porque nadie sale a la calle con el deseo de morir. Nadie.
Pero quienes tienen secuestrada a Venezuela parecen poseerlo.
Hoy muchos hemos salido con esa incógnita que, aunque gastemos ingentes maneras de decirlo, solemos negar después de pedirle protección a cualquier deidad.
Como cada día, se acomodan en varias filas los paramédicos “Cruz Verde” que, bajo juramento altruista, ayudan a salvar a la población que exige valer sus derechos sobre el desconocimiento imperante de parte de quienes ostentan el poder “legal”, si así se les puede catalogar.
Ellos son guerreros intelectuales y pragmáticos, en sus uniformes se quedan tantas historias al día, tantas lágrimas, gotas de sangre, sueños, súplicas y sobre todo, vidas que han sido salvadas por su loable labor en medio de los aciagos momentos que atraviesa el país. Aunque cabe resaltar que ninguno de ellos busca reconocimiento.
Detrás de sus máscaras sólo hay personas que quieren ver libre su país, tener a su alcance el futuro que parece esquivo día a día. Porque nacieron para salvar vidas, para salvaguardar la sanación y curar las heridas, para ser ciudadanos del mundo con un solo sentimiento el cual no los aparta de su pasión por la humanidad, por las almas que arriesgan su vida por salvar la de ellos y su ansiado futuro.
Porque entienden que esta es una lucha de todos y no se pueden rendir. Sólo les queda ayudar a conquistar la libertad.
Es bonito verlos encomendarse a su protector, con fervor dirigen sus plegarias mirando al cielo. Ellos salen con la misma incertidumbre de todos los días. Confían en regresar a casa con la única certeza de que salvaron vidas. Por eso su protección espiritual y física, por eso cada una de las sonrisas con las que salen a socorrer al necesitado y hacer valer la verdadera patria en la que fueron criados. No una ideológica, sino una de raíces ancestrales, de libertad proclamada, sin esclavitud mental o atraso socioeconómico.
No recuerdan a los héroes patrios, ni a los presidentes que precedieron el desastre. Sólo recuerdan el país en el que ellos nacieron, en los amaneceres que les han robado, la alegría que les han quitado, en la virtud de disfrutar algo que hace rato ya no es lo mismo.
Lo único que necesitan es mucho más tiempo para poder vivir lo que en veinte años de gobierno les quitaron.
Otro inocente. En la vida de otro venezolano la incertidumbre se hizo certeza y nunca más volvió a casa. Como reza una frase famosa de las protestas de 2014: se fue a luchar por Venezuela; y si no volvió fue porque se fue con ella.
Lo más triste de todo es que hay personas que se burlan de su muerte, hacen de su sacrificio y entrega una broma macabra y vengativa. Eso tiene la ceguera ideológica. Para ellos no fue un ser humano quien murió, fue un enemigo que lo “merecía”.
Pero nadie merece este dolor. Venezuela no merece este dolor. ¿Es que acaso los jóvenes deben morir peleando por un error que ellos no cometieron? ¿Este inocente se merece una burla? ¿Nuestros jóvenes merecen un final así, tan atroz, tan sanguinario y bestial? ¿Es que acaso todo se trata de asesinatos selectivos, donde los que caen son aquellos que decidieron edificar y construir un mejor país?
Él murió luchando, movido por la pasión que lo llevaba a usar su casco de “Cruz Verde” en esta lucha por la libertad. Los que estudian medicina, incluyendo mi caso personal, lo hacemos para salvar vidas, no para que nos la quiten.
En sus palabras: «Yo no necesito que me expliquen por qué tengo que ir a sentarme en la autopista por 10 días seguidos si es necesario. Mi libertad y mi salud mental lo merecen, mi país lo vale. Hay que dejar de esperar la solución fantasiosa, inmediata y empoderarse, saber que está en nuestras manos seguir presionando, que la libertad no se rescata en un día, ni basados en intereses individuales. […] Nosotros no tenemos armas, pero somos más. Vamos pa’lante, con fe. […] Busca dentro de ti y saca el pecho y ten paciencia. RESISTE Y AYUDA A RESISTIR. Que Dios los bendiga.» Paúl Moreno (1992 – 2017).
Por siempre hermano.